REFLEXIONES EN TIEMPOS DE CUARENTENA
Por Sergio Rodríguez
Gelfenstein:
¿Se puede escribir de algo que
no sea del coronavirus? ¿No se estará produciendo un hostigamiento mediático sobre
el tema? En lo personal, teniendo claro lo que mi familia y yo debemos hacer
para cumplir con las normas que ha dictado la Organización Mundial de la Salud
para evitar el contagio y la expansión, he decidido no seguir leyendo miles y
miles de recomendaciones de todo tipo que llegan, incluso algunas bastante
contradictorias.
El atosigamiento de los que
escribimos para tratar de explicar el fenómeno en el marco de las ciencias
sociales y políticas no deja de ser menor. Paradójicamente el encierro obligatorio
ha hecho que las personas tengan más tiempo para leer, eso se ha notado. Tal
vez esa sea una de las pocas cosas buenas que nos deja esta pandemia.
Es loable el afán de informar
acerca de la expansión de la enfermedad, los avances en términos científicos
para enfrentarla y las probables repercusiones que este acontecimiento tendrá a
futuro para toda la humanidad.
He tratado de imaginarme el
alcance de lo que esta situación pueda significar para la humanidad y me
resulta imposible llegar hasta el final. Por supuesto, lo hago desde la
perspectiva de lo que siempre he sido y lo que soy, de lo que siempre he
pensado y que pienso. Ya lo escribí la semana pasada, pero lo quiero repetir:
esta es una guerra del capitalismo contra la humanidad. Es expresión de su
declive, de su incapacidad de ofrecer soluciones a los problemas de los
ciudadanos y del afán de una minoría de incrementar la riqueza y el lucro a
costa del aplastante conjunto de ciudadanos excluidos de los beneficios mínimos
necesarios para vivir dignamente durante los 60, 70 u 80 años en que –casi
milagrosamente- transitamos por la faz del planeta.
No sé si esta pandemia es peor
o no que otras que han ocurrido, lo que si sé es que ésta tiene relevancia
porque no escatima: afecta a los príncipes a pesar de su reinado, los
millonarios a pesar de su riqueza infinita, los grandes estadistas a pesar de
su poder, a célebres artistas y deportistas a pesar de su fama. Espero que
todos estén reflexionando acerca de que nada de esto les sirve para escapar de
la furia desenfrenada de la pandemia. Finalmente son tan frágiles como
cualquiera y la muerte les va a llegar como a todos.
Se ha sabido por ejemplo que
el empresario mexicano Carlos Slim, dueño de la cuarta mayor fortuna del
planeta donó 40 millones de dólares para la lucha contra el coronavirus,
plausible actitud que es expresión de las grandes posibilidades que tienen
estos señores de ayudar a solucionar los problemas que encara el planeta. El
tema es que si el señor Slim donara esa misma cantidad diariamente durante 3
años, todavía le quedarían alrededor de 20 mil millones de dólares, lo cual le
permitiría gastar un millón de dólares diarios durante los próximos 55 años. No
creo que el señor Slim viva tanto, tampoco que ese dinero le permita comprar la
felicidad ni la vida eterna. Lo sabe él cuya familia vivió una horrible
desgracia producto de la guerra y los afanes de exterminio. Este es uno de los
tantos ejemplos que grafican el absurdo del capitalismo: no se puede explicar
el afán de acumular dinero para vivir varias vidas, como si eso fuera posible.
En 2015 el banco suizo UBS
informó que: “la fortuna media de los ultra-ricos alcanza los 3 mil 700
millones de dólares (se refiere a las 1.400 personas en el mundo que tienen
patrimonios superiores a los mil millones de dólares), cuando 800 millones de
personas viven en distintos continentes, según el Banco Mundial, con 1.90
dólares diarios.
Por eso, el virus de la
pobreza y la marginación que aqueja al planeta no tiene solución en el
capitalismo. Sólo me pongo a pensar que va a ocurrir en las cárceles, en los
campamentos de migrantes, en las fuerzas armadas, donde la gente está obligada
a vivir hacinada o concentrada. ¿Cómo va a enfrentar Estados Unidos esta crisis
si sigue empecinado en continuar las guerras? ¿Qué va a pasar en sus
portaviones, o en sus submarinos nucleares?.
Si nos atenemos a que, a pesar
de la crisis, Estados Unidos dio continuidad a sus ejercicios militares “Vita”
con el ejército colombiano en las cercanías de la frontera con Venezuela,
“Native Fury 20” en conjunto con las fuerzas armadas de los Emiratos Árabes
Unidos en Abu Dhabi, en una clara provocación a Irán, o los que se vio obligado
a postergar en Europa cuando ya habían sido desplegados 20 mil soldados
llevados desde su territorio, 10 mil de los que tiene en sus bases en el Viejo
Continente, además de 7 mil de sus socios europeos de la OTAN para desarrollar
los “Europa defender 20”, todo eso mientras el coronavirus marcha raudo en
Italia, España, Francia y Alemania, miembros de la OTAN.
Al mismo tiempo que las
fuerzas armadas españolas piden ayuda desesperada a la OTAN para enfrentar el
coronavirus, esta organización preparaba ejercicios militares amenazadores
contra Rusia, país que ha desarrollada un impresionante puente aéreo para
ayudar a luchar contra el coronavirus en Italia, país miembro de la OTAN. ¿No
les parece un contrasentido? ¿No es esto expresión máxima de la irracionalidad
capitalista? ¿Cree alguien que con estos líderes se puedan solucionar los
problemas de la humanidad? Es algo digno de reflexión en estos días de encierro
obligado.
En otra cara de la crisis, es
realmente patético ver a las derechas de Venezuela y Nicaragua y a la gusanera
cubana de Miami, clamando por más sanciones y deseando mayor cantidad de
víctimas para culpar a los gobiernos de esos países que en cada caso,
cumpliendo las indicaciones de la OMS están haciendo la tarea mucho mejor que
los sancionadores. No he escuchado a ningún gobernante de las naciones
afectadas por penalidades, desear malos augurios a Estados Unidos a pesar que,
contrario al más mínimo sentido de humanidad que aconseja eliminar las sanciones,
lo que se ha hecho es incrementarlas. No es así, el odio puede más, llevando
incluso al gobernante estadounidense a idear nuevas formas de agresión para
beneplácito de pequeñas fracciones de las oligarquías locales sedientas de
sangre para satisfacer demandas personales y de la élite.
Finalmente, hablando de
desatinos, no puedo dejar de referirme a la elección del secretario general de
la OEA. En ella se concentra parte importante de la carencia de ética de las
instituciones de la égida capitalista. En
primera instancia fue una competencia entre traidores que en algún momento
fueron ministros de gobiernos de izquierda para ahora, hacer esfuerzos, uno por
continuar, y otra por comenzar a servir a Estados Unidos.
No hay peor característica
humana que la traición, hasta el enemigo abierto es más respetable que un
traidor, pero cuando el afán de protagonismo y el ego lleva a algunos a “vender
su alma al diablo” el repudio y el rechazo de la humanidad decente será su
maldición de por vida. Hay que saber que “para cederle un lugar en su parnaso”
como dijo Silvio Rodríguez, los traidores tiene que dar muestra suprema de
deferencia y humillación, cosa que Almagro ha encarnado con orgullo y pasión.
En la continuidad de la
traición, Ecuador, el país de María Fernanda Espinosa le dio el voto a Almagro.
Como premio, el embajador ecuatoriano ante la OEA Carlos Játiva, fue elegido
como secretario general asistente de la organización.
Fue una votación carente de
transparencia como denunció la embajadora de México Luz Elena Baños quien le
dijo a Almagro que: "Su elección es una patética expresión de lo que
cualquier MOE (Misión de Observación Electoral) observaría como 'malas
prácticas'". Así mismo, denunció que Almagro utilizó dinero de la OEA para
su campaña…y pensar que esta es la institución que avala las elecciones
presidenciales en América Latina. ¡Sálvese quien pueda!
Cuando una buena parte de los
países habían pedido que los comicios se pospusieran por la pandemia del
coronavirus, el acto tuvo efecto ridículamente en una sala en la que los
embajadores se pusieron guantes, pero no tapabocas.
A Espinosa le pagaron con su
misma moneda. Su comando de campaña tenía el día anterior a la votación 16
“votos seguros” y probablemente 17 con lo cual se sentía indudable ganadora,
pero a última hora (literalmente) el dinero y la presión de Estados Unidos
dieron vuelta a Bahamas y a Belice. Por su parte, los primeros ministros de
Santa Lucía Allen Chastanet y de Jamaica Andrew Holness a quienes nadie toma en
serio, no resistieron una llamada telefónica amenazadora de un funcionario de
tercera categoría del departamento de Estado para cambiar el voto que habían
comprometido. Con el mismo propósito,
Guyana y República Dominicana fueron chantajeados con no avalar sus resultados
electorales y… todo listo: los 16 votos se transformaron en 10 y la
“democracia” de la OEA made in Washington volvió a funcionar. Si esa es la
tónica de la “máxima instancia política regional”, ¿Qué se puede esperar de sus
acciones?
Mientras observamos con pavor
que el coronavirus avanza en Occidente, vemos con alegría como China y otros
países asiáticos merced a su organización social, el respeto y confianza en sus
autoridades y una gran disciplina ciudadana va saliendo adelante y venciendo al
virus. Al final, sería deseable una reflexión para que cada persona de buena
voluntad saque sus propias conclusiones de lo que somos, y lo que podemos ser,
de cómo vivimos y de cómo podríamos vivir, pero necesariamente, al observar el
entorno tendríamos que concluir que “otro mundo es posible”. Nos lo dicen los
cielos limpios del planeta y los canales de Venecia nuevamente llenos de aves y
peces que nos muestran la belleza de un mundo que debemos salvar para nosotros
y para nuestros hijos.
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