CORONAVIRUS: EL CAPITALISMO CONTRA EL MUNDO
Por Sergio Rodríguez
Gelfenstein
La tercera guerra mundial ha
comenzado. Es la que el capitalismo le ha declarado al mundo. Este conflicto
que se expresa como la lucha contra el coronavirus está poniendo en el tablero
las reservas morales, éticas, económicas, políticas, culturales y científicas
que la humanidad tendrá que utilizar para enfrentar y vencer a un enemigo
implacable que usa armas como el lucro, la ganancia, la expoliación, la
destrucción del planeta y la desaparición del Estado en su guerra a muerte
contra la humanidad.
Tal vez esta aseveración
parezca tremendista, pero las evidencias están ahí para quien las quiera ver.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha informado que el gasto de salud
per cápita en 2018 fue de 60 dólares en los países de ingreso medio y bajo y de
270 en los de ingreso alto. Al mismo tiempo el Instituto Internacional de
Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) dio a conocer que en el mismo año el
gasto per cápita en armamento en el mundo fue de 240 dólares, lo cual además,
como todos sabemos encierra la trampa del uso de promedios toda vez que en
Estados Unidos fue de 1845, el de Francia 882, el de Reino Unido 715. . China
gasta 169 y Rusia 414, muy por debajo de los miembros del Consejo de Seguridad
de la ONU que también lo son de la OTAN. En cualquier caso, todos muy por
encima del promedio mundial. Visto de otra manera, los países encargados de
garantizar la paz y la vida en el planeta, despilfarran miles de millones de
dólares en organizar la muerte.
En otras palabras, la
irracionalidad capitalista hace que se destine más dinero para la muerte que
para la vida. Un mundo que ”funcione” de esa manera no podrá subsistir. Los que
hablan del éxito del capitalismo deberían explicar esta lógica. Como dato,
habría que agregar que desde el año 2009 el gasto mundial en salud se ha venido
desplomando progresivamente. En particular en Estados Unidos, el presupuesto de
2018 reflejó una caída de 4,42% del presupuesto de salud. Otro tanto ocurre en
Europa, especialmente en Italia y España donde el desmantelamiento de la salud
pública ha hecho ineficaz la aplicación de las primeras medidas contra la nueva
peste como lo atestiguan innumerables especialistas científicos y médicos de
esos países.
El capitalismo fue exitoso en
su confrontación con el sistema feudal retrógrado al que enfrentó y desplazó,
pero su potencial productivo que posibilitó grandes avances científicos y
tecnológicos, algunos a favor de la humanidad han quedado atrás. Hoy la
especulación como método de reproducción del capital, el fin de la competencia
a favor de los monopolios (entre los cuales, los farmacéuticos son uno de los
más importantes) lo han hecho entrar en franco retroceso. La pandemia del coronavirus
es expresión de ello. No han podido evitarla y ahora luchan por controlarla.
En este contexto es que se
debe analizar el enfrentamiento a la crisis global creada por el surgimiento
del coronavirus. En la situación creada, las cifras expuestas explican las
razones de la explosión global que el COVID-19 ha causado. No lo puedo
describir mejor que el extraordinario escritor colombiano William Ospina en su
reciente artículo “Coronavirus: del miedo a la esperanza”. Solo quisiera decir
que estamos ante una transformación paradigmática que expone dos modelos: el
del capitalismo que desató la guerra y el de los que enarbolan la bandera del
humanismo y del socialismo para hacerle frente.
El modelo capitalista se
expone a través de la defensa prioritaria de los intereses de las grandes
empresas transnacionales y la utilización de la pandemia como instrumento
político para enfrentar a aquellos países que se resisten a la dominación
imperial.
En fecha tan temprana como el
31 de enero lo dejó claramente establecido el secretario de Comercio de Estados
Unidos, Wilbur Ross cuando dijo que creía que el brote de coronavirus -que en
ese momento ya había dejado miles de víctimas en China y obligado al gobierno
de ese país a implantar la cuarentena en varias ciudades- “ayudará a crear
empleos en Estados Unidos”.
Se ha manifestado también en
el alborozo del secretario de Estado Mike Pompeo y el propio presidente Trump
por la expansión de la epidemia en Irán. Se ha hecho patente en la mantención
de sanciones a Venezuela, Irán, República Popular Democrática de Corea,
Zimbabue, Bielorrusia y muchos otros países imposibilitando la compra de los
insumos médicos necesarios para enfrentar el virus.
En el súmmum de la soberbia,
Trump habría ofrecido mil millones de dólares por comprar en exclusiva una
vacuna contra el coronavirus a una empresa alemana lo que motivo la extraña e
inusitada respuesta de rechazo del gobierno de ese país en voz de su ministro
del Interior, Peter Altmaier quien declaró que "Alemania no se vende".
Trump ha manifestado su
confianza en que pronto tendrán la vacuna necesaria para evitar la enfermedad,
si es así, venezolanos, cubanos, iraníes, coreanos y otras naciones del mundo
nos alegraremos por aquellos que tendrán acceso a la misma. Pero, sabemos que
el bloqueo que opera como una sentencia de muerte para todos aquellos que
Estados Unidos en su demencial conducta considera enemigos nos negará la
posibilidad de su adquisición. Así, el coronavirus operará como arma
bacteriológica del capitalismo y de Estados Unidos contra la humanidad. Por eso
tenemos esperanza en que China logre hacerse de la vacuna, cuando (al momento
de escribir esta nota) ya se ha autorizado que se le realicen los ensayos
clínicos.
Paradójicamente, esta vacuna
fue desarrollada en la Academia Militar de Ciencias Médicas del Ejército
Popular de Liberación de China. Es decir, mientras las fuerzas armadas de
Estados Unidos realizaba -en medio de la expansión del virus por el planeta-
ejercicios militares en la frontera con Colombia y se preparaba para la mayor
maniobra militar a efectuar en Europa desde fines de la segunda guerra mundial,
las fuerzas armadas chinas se volcaban a la investigación para proveer de salud
a la humanidad. Otra gran diferencia entre las fuerzas armadas imperiales que
sirven al capital y las del socialismo que sirven al pueblo.
En nuestra región, podemos
imaginar que Bolsonaro, la dictadura boliviana y el incapaz que gobierna
Ecuador -entre otros- estarán reflexionando respecto de su decisión de haber
expulsado de sus países a los médicos cubanos por razones de esta misma guerra
que condena a importantes sectores de la población humilde, al negarle la
necesaria atención de salud, sobre todo en estos momentos tan difíciles.
Son los mismos argumentos que
han llevado al presidente de Colombia a tratar de coordinar acciones con un
imaginario gobierno que solo existe en su perturbada mente criminal evitando
tomar medidas conjuntas con un país con el que tiene 2.300 km. de fronteras
abiertas. El capitalismo prefiere sentenciar a importantes sectores de su
población antes que enfrentar con criterios humanistas la expansión de la
enfermedad.
Por su parte, la primera
medida anunciada en Chile para combatir la pandemia por parte del gobierno
represivo de ultra derecha de Sebastián Piñera fue informar que el examen de
detección del virus tendría un costo de 20 mil pesos, alrededor de 25 dólares.
Así mismo permitió que las empresas farmacéuticas impusieran precios abusivos
sin control a las medicinas e insumos médicos. Es el capitalismo neoliberal a
ultranza que se sostiene mediante la represión y el terrorismo de Estado.
Nos encontramos ante
estadistas que no lo son, limitados, ignorantes, fanáticos fundamentalistas de
la política, adoradores del odio, incapaces de hacer frente a las adversidades
porque sólo están pensando en las pérdidas económicas que generará la pandemia,
no en los seres humanos que solo esperan que se considere en serio el derecho a
la vida tal como está consagrado en el artículo 3 de la Declaración Universal
de Derechos Humanos.
Durante la segunda guerra
mundial, verdaderos líderes, enemigos ideológicos acérrimos como José Stalin de
la Unión Soviética, Winston Churchill de Gran Bretaña y Franklin D. Roosevelt
de Estados Unidos fueron capaces de superar diferencias para coordinar de
conjunto el enfrentamiento a la bestia nazi-fascista que amenazaba como ahora a
toda la humanidad. Se reunieron dos veces cara a cara, en diciembre de 1943 en
Teherán y en enero de 1945 en Yalta y en medio de las antagónicas
contradicciones propias de las ideologías que profesaban lograron su cometido,
algo que pareciera imposible hoy cuando las reuniones que se realizan, son
sesgadas políticamente. Expresión propia de mentes mediocres y pequeñas que
gobiernan en estos tiempos.
Hoy, cuando China ha logrado
contener la pandemia se apresta a ayudar a otros a enfrentarla y superarla con
la misma eficacia. No están preguntando cuál es la orientación política de sus
gobiernos, el supremo interés de la humanidad está primero. Es algo inherente
al pueblo chino. De mi reciente libro “China en el siglo XXI. El despertar de
un gigante” extraigo lo siguiente: “Algunas de las ideas fundamentales
sembradas por Confucio en Analectas tienen relación con el placer de poner en
práctica lo que se ha aprendido, así como el deleite que significa recibir a un
amigo, la consecución de una superioridad moral cuando el hombre no se siente
ofendido si otros no lo aprecian, el rechazo a la zalamería y las actitudes fingidas,
la felicidad que se puede tener siendo pobre o la del hombre rico que es
educado”.
En otro plano, para entender
como China ha enfrentado esta pandemia hay que saber que la noción de Xiao
(piedad filial) en Confucio está vinculada con otra que se relaciona con el
Ren, es decir el “amor a la humanidad”, o dicho de otra manera el amor
universal, que a su vez comienza a ser efectivo con la aceptación y puesta en
práctica del Xiao. Esto es lo que hace que China entienda como un deber ayudar
a los otros, sin los cálculos económicos o de lucro que hacen las empresas y
los gobiernos capitalistas.
El concepto confuciano de
piedad filial (xiao) es interpretado como la relación más importante entre los
hombres, es decir el vínculo con los padres y con el lugar donde se nace, toda
vez que ellos son inamovibles, en la medida de lo cual solo queda comprender y
cultivar estas relaciones como valor supremo.
Confucio consideraba que el
que gobierna debe tratar a los gobernados como hijos y el gobernado como padre
a la autoridad. Ese sentido de respeto a la autoridad es el que permitió al
gobierno de la República Popular China imponer drásticas medidas de control sin
que se hayan producido desmanes, desobediencia o alteraciones sociales, todo lo
cual facilitó la lucha contra la pandemia.
Esta forma de comportarse es
también expresión de un paradigma superior de comportamiento humano, el
pensamiento confuciano en su conjunción con la ideología científica marxista
presente en el gobierno y el Partido Comunista de China han creado un modelo de
socialismo con peculiaridades propias que está venciendo al virus y se apresta
a ayudar al resto de la humanidad a derrotarlo en otras latitudes y longitudes.
No hay cálculo económico, no
hay miradas de soslayo al crecimiento del PIB, no hay resguardo de las
ganancias de las empresas como elementos prioritarios. China dijo “lo primero
es la salud de nuestro pueblo” después nos preocuparemos de la economía. Los
ayudas su capacidad de pensar a largo plazo privilegiando el factor humano como
centro del quehacer del gobierno y del partido.
Se podría resumir en las
palabras de Aleksandar Vucic presidente de Serbia quien con gran pesadumbre
expresó que: “Los únicos que pueden ayudarnos en esta difícil situación son los
chinos. Ahora ya todos se dieron cuenta de que la gran solidaridad
internacional no existe, la solidaridad europea no existe, era un cuento de
hadas sobre el papel. Hoy envié una carta especial, porque tenemos grandes
expectativas y altas esperanzas en los únicos que pueden ayudarnos en esta
difícil situación y ellos son los dirigentes de China. Pedimos a China de todo
incluso que nos envíen personal médico…”
La solidaridad no existe ni
podrá existir en una sociedad basada en los valores del individualismo, el
consumismo, el egoísmo y la ganancia como formas de realización humana, no
existirá mientas lo material prime sobre lo espiritual, el oscurantismo
interesado en mantener a la gente ignorante por encima de la ciencia y la
mediocridad sobre el conocimiento y la cultura. El capitalismo nunca ha sido y
nunca será superior al socialismo. La lucha contra el coronavirus lo está
demostrando.
De manera mucho más modesta, pero no menos
importante, en nuestra región, Cuba sigue dando ejemplos de superioridad moral
y de su desarrollo científico a pesar de seis décadas de inhumano bloqueo. La
visión estratégica del Comandante en Jefe Fidel Castro quien en medio de todas
las adversidades entendió mucho antes que cualquiera que la carencia de
recursos naturales, debía llevar a Cuba a desarrollar preferentemente su
recurso humano, le permitió transformarse en una potencia científica y médica
que no sólo permite mantener estándares de salud propias de los países del
primer mundo sino que también es capaz de “exportar” salud como nuevamente se
está viendo en el enfrentamiento de esta pandemia.
El fármaco cubano Interferón
alfa-2b ha mostrado su eficacia en China, pero una vez más la guerra del
capitalismo contra la humanidad impide que este medicamento, producto de los
laboratorios cubanos, pueda ampliar su espectro y servir a toda la humanidad.
Para Estados Unidos es preferible que mueran ciudadanos a aceptar que Cuba
tiene capacidad de enfrentar esta pandemia exitosamente en su territorio y
fuera de él.
La superioridad del socialismo
ha hecho posible que esta pequeña isla –por tamaño- gigante por su dimensión
humana asuma responsabilidades en apoyo a otros como se ha verificado en la
aceptación del desembarco de los pasajeros del crucero británico Braemar, aun
sabiendo que tiene 5 pasajeros contaminados con coronavirus y otros 40 con
sospecha de tenerlo.
No se sabe cómo terminará esta
guerra, pero el mundo está viviendo transformaciones paradigmáticas que pondrán
a prueba la condición humana, el mundo ya no será igual, los hombres y mujeres
de buena voluntad tendrán que sacar sus propias conclusiones.
sergioro07@hotmail.com
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